viernes, 18 de marzo de 2016

SE FUE GABRIEL SAPAG UN ACTOR DE CAPA Y ESPADA.

Gabriel Sapag posando con mis hijos Miguel Alvaro y Maria del Huerto a fines de los años setenta en la plaza Libertad
                 Me sorprendió la noticia. No la esperaba. Nadie espera que se mueran sus amigos, pero cuando la vida va ganado caminos en competencia con los años, suceden estas cosas, es decir nos vamos quedando solos en el camino.

Gabriel S. Sapag fue un querido amigo de los dorados 70 y juntos transcurrimos muchos de esos años floridos,  cuando la juventud se desplegaba entre nosotros buscado un espacio de contención entre la poca y casi nada oferta cultural de aquel entonces.

Chichí  venía de una trayectoria vasta y fecunda sobre las tablas de nuestro primer coliseo y de cuantos improvisados escenarios se montaban en el interior de nuestra provincia.

"Yo soy de antes", así se definía entre nosotros, que recién asomábamos nuestros ojos de asombro, por los corredores de la vieja L.V.11, la Radio del Norte, que transmitía desde los altos del diario El Liberal en la calle Libertad al doscientos.

Jovial, entusiasta, impecable siempre, paciente para escuchar y breve en el consejo parecía abarcarlo todo. Los clásicos de antaño, los promisorios de la actualidad, los precursores santiagueños y las nuevas generaciones no le eran indiferentes. Nunca dejó de insistir con su particular visión de contarme entre su elenco en el rol de actor dramático.

Veo y palpito tus condiciones –me decía- tu aspecto, tu voz, sabes caminar, consiguiendo que lo mirase desde lo alto de la sorpresa y la incredulidad.

Ahora, para mis adentros, me pregunto si tal vez debí haberlo escuchado en su momento  e intentado el estudio del arte dramático, pero sabía que no había nacido para esos menesteres, por eso sólo lo acompañé con el teatro leído, el primero de enero de 1969 desde las puertas de la Catedral Basílica en el día internacional de la Paz, conjuntamente con las primeras actrices Cristian Neirot y Mercedes Ibarra.

También en alguna oportunidad improvisé desde la radio un pequeño papel en: "A puertas cerradas" de J.P. Sartre, "El extranjero" de  Albert Camus y "Bodas de Sangre" de Federico García Lorca. Hasta ahí llegué a plasmar mis "presuntas" condiciones actorales, por especial pedido de mi amigo, el director de la compañía.
Pasaron los años y pudimos contar tantas distancias, como tantas ausencias.
No me olvido de su retorno al radio teatro, ni de la reiteración del "León de Francia" (con su amada María Inés de Lorena y el villano Felipe de Borgoña), "Fachenzo el maldito" o el "Galleguito de la cara sucia" estridentes sucesos de principios de la década del 50, reiterados treinta años después, por la onda de L.R.A Radio Nacional 21.

Aquellas presentaciones culturales de los bocetos y las acuarelas del legendario Héctor Marinoni, aquel pintor bohemio que llegó del Uruguay para afincarse en Santiago, a quien Gabriel asistió hasta sus últimos días.        
Y los tantos actores que lo frecuentaban para pedirle algún consejo sobre sus trabajos, la lectura o el apunte de alguna obra, como el reconocimiento del "bolsillo" que nunca se hacía esperar.

 Esos gestos de cortesía elocuente y su naturaleza generosa fue una constante en su vida, entre sus colegas y ante tantas noches de amigos en el viejo restauran Marqués, la confitería Ideal o el viejo salón de la Sociedad Italiana. Tanta vida y tantos desencuentros.

La última vez que nos vimos se sentó la nostalgia con nosotros en la última mesa de un  bar  sobre la calle Urquiza. Claro que recordamos a Neruda y coincidimos con:"nosotros los de entonces, ya no éramos  los mismos", que habíamos mutado en tránsito dispar y que eso fue la síntesis de nuestra vidas, ese cambiar constante de rumbo a distintas direcciones.
       
Nos acordamos de nuestros cumpleaños y de la coincidencia de haber nacido el mismo día, signados por acuario, y por las circunstancias de andar por el camino buscando, la identidad del ser cultural que nunca logramos encontrar.

Allí quedó como estandarte de ese tiempo el poema que le dedique en mi libro: "Poemas con Neurosis".

Me dijo: ¡Me siento cansado, como sin fuerzas y no sabes cuánto me cuesta el primer cigarrillo de la mañana! En vano fue expresarle lo contrario.
Es que la vida no es lo que se ve desde afuera, sino lo que se siente por dentro. Tal vez no le alcanzaron los ímpetus para un tercer intento o no encontró el sendero para el retorno altivo sobre el tablón gastado de la calle Avellaneda.

Sin embargo, ahora, como suele decirse en el ambiente, se animó a la gira. La última gira, esa a la que nunca se niegan los artistas.
Le pedí que intentase volver a ser el mismo de los años dorados, pero me di cuenta en la mitad de ese encuentro, que ya le sobraban los motivos para ver pasar la vida, desde la otra vereda.


                             CANCION PARA MI HERMANO

                       Sabemos que en la escala suprema de los seres,
                       lo nuestro se pone en manifiesto a cada instante.
                       Nosotros que nacimos ayer nos damos cuenta.

                       Las cosas que nos hacen sentirnos diferentes,
                       varían de acuerdo al sentimiento, y somos
                       como todo y como nada… iguales!

                       A veces la verdad se nos enfrenta crudamente.
                       No existe la forma de cambiar. Estamos hechos,
                       de un algo similar e intransigente.

                       Acuarianos de ensueños nos signaron. Quizá
                       La luna, el sol o las estrellas, o acaso
                       esa ansiedad por conocer lo arcano?

                       Nosotros que sabemos secretos de la noche,
                       no admitimos razón, ni fundamento,
                       es la seguridad de los que sienten…
                       la imperiosa razón que nos impulsa
                       a vivir una sola trayectoria
                       ni márgenes, ni escalas en el tiempo…!



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