martes, 2 de febrero de 2016

CHARLES BAUDELAIRE: EL SIMBOLISMO DEL POETA MALDITO


     ¿Que puedo agregar después de lo tanto que se dijo y se escribe a cerca del genio indiscutible de Baudelaire?, de aquél hombre que vivió mas allá de su existencia, como el mismo proclamara, sin que la vida haya tendido sus ultimo pétalos sobre esa flor acongojada y triste que fue su existencia.

Así fue el poeta, un hombre que no admitió el menor reparo en presentar su candidatura, en forma mas que insolente a la academia allá por 1861. Fue el mismo que intentará en Bruselas -cuatro años mas tarde- su ultima aventura, fue ese el poeta solitario y anónimo a quien se conoció después de la segunda edición de su libro “les fleur du mal” (las flores del mal), y que alcanzara mayor relieve luego de publicar sus famosos “petits poems en prose” (pequeños poemas en prosa), y “mon coeur mis a nu” (mi cuerpo al desnudo).

El refugio de una noble soledad

Cuarenta años contaba Charles Baudelaire, cuando era propietario de una lejana eh inconfundible melancolía, dueño de un misterio cauteloso y profundo, de una ironía sin fin, tanto que lo lleva a declarar que: “es un hombre irremediablemente fracasado” ¿podré ser feliz...? preguntaba a cuantos lo conocieron y lo “aguantaban”, haciendo lo mismo con su madre que pagaba sus deudas, las mujeres que aceptaban sus dones, o los amigos, esos incansables benefactores desinteresados que seguramente se mostraban compenetrados con la ansiedad del personaje y seguramente compartían su dolor.

Es indudable y no se puede desconocer el efecto que causa en la obra del poeta, detalles que hacen a la vida particular de su allegados. El tenue recuerdo de un padre no compartido, de una madre buena, pero no definitiva, ya que muy pronto pasa a segundas nupcias. Un padrastro comprensivo pero sin el suficiente calor necesario para incentivar y contribuir a la obra de un artista en proyección.

Para una familia de aquel entonces, que se considere con status social al punto de que su jefe se jacte de la amistad del Conde de Orleans y obtenga el nombramiento de Embajador de Constantinopla y luego en Madrid, es una ofensa que el preciado hijo se proclame y quiera ser por todos los medios un poeta, al igual que Hugo y Balzac.

No basta con morir para evadirse

Al cabo de 16 años, es decir entre 1845 y 1861 Baudelaire, anunció su suicidio más que nueve veces, quizá solo en una oportunidad se sabe que casi logra su propósito alegando todo tipo de justificativos, que de ninguna manera arribaron a un argumento valedero.

Extravagancias, egocentrismo desmedido, constantes anormalidades, etc. fueron las premisas de un hombre cansado de jugar a vivir de una manera normal y cotidiana, eran esos los valederos argumentos que Budelaire buscaba para llegar a bautizarse caprichosamente como “el poeta maldito”.

Los cuarenta años del vate eran suficiente para descubrir el camino de la poesía francesa, camino este que continuaría por mas de un siglo. Así fue que hizo conocer en su país a Wagner, Poe, Delacroix, etc.

Todos los caminos conducen a un mismo lugar

Indudablemente a Baudelaire le tocó vivir una época difícil, para la cual no estaba preparado. Las dificultades imperantes en ese entonces, no solo atacaron el “modus-vivendi” de un poeta en proyección, sino que impactaron al hombre que estaba detrás de la frase y lejos del éxito y el reconocimiento.

Cuando no se logra prosperar es lógico iniciar la búsqueda de nuevos horizontes y eso mismo hizo poeta, inició una constante búsqueda que no tuvo origen ni tampoco final. Era preciso marchar y se fue. Llego a Bruselas creyendo encontrar allí el refugio exacto de sus deseos, la nueva patria a lo ésta le negó.

Creyó encontrar en Bélgica igual triunfo que Víctor Hugo, merced a nuevas editoriales que el “poeta maldito”, creía en su salvación; pero no fue así, pues allí se dio cuenta que la solución no era un cambio de país, ya que ambos vivían una misma realidad. Quizá la solución estaba en un cambio de vida o de mundo.

En ese mismo país ajeno, volvió a llorar su frustración como que también volvió a fracasar esta vez como conferenciante, se supone que tampoco era el medio, ni el momento oportuno para concluir su “Spleen de París”, que la editorial ya le había abonado sus derechos.

La vejez es la mueca del espíritu

Ya nada era posible para este inefable poeta y su nuevo camino, es decir su nueva aventura, estaba previsto, solo que esta vez le ganó el alcohol, los estupefacientes, las extravagancias y la vida fácil. La imagen de aquel “dandy” conocido en su juventud, habíase transformado en pocos años, en la imagen del dolor la vejez prematura y por supuesto, la desolación.

Y allí concluyó el hombre con la idea de que lo “único importante en este mundo es llegar a ser un santo o un héroe para si mismo“ y con esta esperanza se dirigió a Dios a fin de que: “no castigue a la madre por sus culpas de hijo. Y que perdone al hijo por lo pecados de la madre”.

Así fue Charles Baudelaire, sin lugar a dudas uno de los mayores poetas de Francia cuya obra sin embargo no se advirtió, salvo en nuestros días. Fue un crítico de arte muy penetrante rechazando la frialdad y el objetivismo, logrando de esta manera un triunfo casi perfecto por intermedio de los símbolos.

Son por estas razones que muchos estudiosos de sus obras, le adjudicaron el mote de “poeta maldito” en cuanto en su vida disparatada y poco constructiva.

En cuanto a su obra debido a la originalidad de la misma y al estilo de su estructura se lo calificó y con sobrada exactitud como: “el profeta del símbolo moderno”.


Publicado en el diario El Matutino (Buenos Aires.), 21 de agosto de 1978 y en el diario La Hora, 14 de mayo de 1975.- 

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