¿Calidad institucional? ¿Qué es
eso? - pregunta el estudiante de derecho con un dejo de intriga- y nadie le
responde, porque son pocos los que tienen libros nuevos. Antes, ese término no
existía o bien no estaba en el léxico habitual de los que transitan la arena
política.
Es que no es fácil, para quien
estudia leyes vivir en un país marginal. Es seguro que no entiende la forma en
que se conjuga lo que recita el libro, con la realidad que vive a diario. Es
complicado de entender, precisamente porque a diario, se hace lo que no se debe
y la fragmentación permanente de lo que debiera ser pétreo e inviolable, es una
máquina de contradicciones, dimes y diretes que para nada se compadecen con lo
que establecen las normas.
Todos recuerdan que no hace mucho
el oficialismo “metió la mano” en el calendario electoral para adelantar las
elecciones legislativas preestablecidas en la ley, con la intención de evitar
una catastrófica derrota que se vislumbraba sin atajos. No le gustó a nadie que
a mitad de camino se cambiasen las reglas del juego y sin embargo se hizo.
Ipso facto surgieron las llamadas
“candidaturas espejos” o “testimoniales” (¿?) como un recurso traído de los
pelos, tendiente a confundir al electorado en el cuarto oscuro. Una nueva
manipulación a las normas del derecho electoral, una ingenua avivada, que
finalmente terminó dándole una cachetada al creador y poniendo las cosas en su
lugar en cuanto al resultado electoral. Ningún candidato respondía con
coherencia cuando se los interrogaba sobre su mentirosa participación en el
acto comicial. Después se dieron cuenta que estaban jugando al “gran
bonete”, pero sin saber jugar.
Nadie se olvida de aquel, que el
29 de junio de 2009, pegó el portazo y dijo: “Vengo a renunciar en forma indeclinable a la presidencia del partido
justicialista y Daniel (Scioli) será mi sucesor, como vicepresidente primero de
la provincia” se escuchó decir a Néstor Kirchner a poco de la derrota
electoral sufrida en casi todo el mapa político nacional. (1)
¿Un acto de cordura y gallardía
ante el estruendo de las urnas?
Para sorpresa de los que así
pensaron, el 10 de noviembre, es decir cuatro meses más tarde: En una peculiar
cumbre en La Plata, el peronismo, o al menos los principales dirigentes
que aún responden a Néstor Kirchner, decidieron anoche rechazar su renuncia a la
Presidencia del partido.
¿Por qué peculiar? El encuentro
no fue en la sede partidaria de Matheu 130, si no en la Residencia de la
gobernación bonaerense. Y tampoco fueron convocados todos los integrantes
del Consejo partidario, si no que apenas se cursó invitación a los 27
integrantes de la "mesa chica" Ejecutiva del PJ y se completó la
concurrencia al coqueto Salón Francés con un puñado de vocales cuidadosamente
seleccionado (2)
Ni era el ámbito para el
encuentro, ni las autoridades de la Carta Orgánica partidaria las
habilitadas para dar seguridad y validez al acto. Pero, como uno se acostumbra
hasta de las cosas malas, restó importancia al episodio, no sin antes
preguntarse: ¿Se puede renunciar a un cargo y después de asumido su
reemplazante, rechazar la renuncia?
¿Y las formalidades de ley dentro
de una estructura partidaria son omitidas? ¿Y los libros, las actas y el
quórum, más los veedores judiciales, no cuentan?
Esta mañana la prensa informó
que: “El ex presidente retomó ayer la
conducción formal del Partido Justicialista, ocho meses después de haber
presentado la renuncia, tras la derrota del 28 de junio, con un encuentro con
el que intentó blandir su poder de conducción peronista” (3).
Pareciera que estamos de frente a
un sub país, sin norte, ni timón, en donde se practica el arte de lo
fantasmagórico en lugar de asistir a la escuela de la realidad. Esta tendencia
lúdica nos está empujando hacia un vacío impredecible, que nos puede colocar en
la marginalidad.
¿Se puede tirar tanto de la
piola, sin que esta se rompa? ¿Acaso se está gobernando a un país de súbditos,
que solo tienen la misión de obedecer sin que se tenga presente el ordenamiento
jurídico normado? La ley no es un fórceps que se adecua a los caprichos del
mandamás de turno, salvo que se cambie el sistema, lo que por el momento,
felizmente, no ha ocurrido.
Fuente
1. Ámbito Financiero,
30/6/2009.
2. Clarín,
11/11/2009.
3. La Nación, 3/
11/3/2010.
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