sábado, 6 de febrero de 2016

LOS OROZCO

No había marcha, ni protesta en que no estuviesen presentes. La mayoría de las veces en soledad y en silencio.  Lucharon hasta el ultimo ida de sus vidas por la causa de su hija, muerta en extrañas circunstancias. Ya no están, ellos también se fueron solitarios acompañados por el mismo silencio.
                       Una noche de hace algunos años, mientras me encontraba en un  bar de la calle Roca, se acercó un señor muy respetuoso pidiendo que lo escuchase unos minutos, previo a disculparse por irrumpir repentinamente. Me dijo: soy periodista –no sé si me conoce-  me llamo Julián Orozco, trabaje en la casa de gobierno durante muchos años y ahora que lo veo no pude resistir esta oportunidad para hablar con Ud. y pedirle que me ayude en la lucha en que me encuentro, tras el asesinato de mi hija.

Lo escuché con atención, me mostró una carpeta de actuaciones, recortes de diarios, fotocopias de expedientes mientras me relataba una historia triste repleta de recuerdos, de dudas e injusticias, mientras desbordaba su necesidad de dialogo. Unas mesas más al fondo lo aguardaba su mujer, quien se acercó vacilante, con lágrimas recién secadas con el borde de sus manos.

Desde que los despedí, no he dejado de pensar en ellos. Me conmovieron muy fuerte con sus relatos, con la imagen que traslucían sus rostros, con sus gestos desesperados y con sus voces en un hilo de angustia e impotencia.

Estoy lejos de la función pública, les dije, lejos del poder. Lo sabemos, contestaron al unísono. Solo pedimos que conozca el motivo de nuestra lucha, que la tenga presente, porque nunca se sabe si el Señor le tiene reservado un nuevo sitial para que se haga justicia.

Al día siguiente Julián Orozco se registró en mi foro y comenzó a publicar sus diarias penurias, sus frustradas entrevistas, las invitaciones a las marchas del silencio, sus opiniones, sobre todo lo que se publicaba en este sitio y sus reproches a la marcha judicial de su expediente.

Los sucesivos cambios de foro, -más de cinco- borraron su nombre, pero quedaron sus mensajes como una señal de su paso por la lucha, la militancia y el compromiso en pro de la búsqueda de la verdad. No dejó sitio sin hacer conocer su peregrinaje infatigable. No podía ser ignorado.

El tiempo transcurrió sin novedades y un día Julián dejó este mundo sin que nadie lo advirtiera, ni un comentario, ni una sola línea recordando su lucha se registró en los medios informativos que operan en el medio.  Y de inmediato, su mujer, María Inés Salomón levantó la bandera y se encaminó tras sus pasos, con el mismo ímpetu, con la misma fuerza y todos sus sentidos puestos en movimiento en la misma causa.

Los Orozco, no pedían nada del otro mundo. Solo querían saber sobre la muerte de su hija que en extrañas circunstancias un día tormentoso, la encontraron en su casa sin vida, en un escenario poco convencional, como para pensar en un suicidio o en la figura de la muerte natural.

Ayer también se fue repentinamente María Inés, quizá buscando a su marido, con la idea de seguir juntos en esa lucha amarga y silenciosa, golpeando los portales de una justicia, no solo ciega, también sorda y muda.


No hay comentarios.: